Cabeza de apóstol, Diego Rodríguez de Silva Velázquez, 1618-23.
La similitud entre esta cabeza y el San Pablo hacen pensar que estamos ante un trabajo preparatorio, a pesar de estar en diferentes posturas. Velázquez ha estudiado perfectamente los rasgos de un anciano de la calle, destacando las bolsas de sus ojos y las arrugas de la frente, incluso la suciedad del rostro, eliminando todo tipo de idealización para situarse en la órbita del naturalismo tenebrista. La oscuridad preside el lienzo, destacando un tenue haz de luz que ilumina ligeramente la zona derecha de la cara del personaje, dejando el resto de la composición en absoluta penumbra.
La rapidez de la aplicación del óleo en la zona de la barba contrasta con el exquisito dibujo del rostro, poniendo Velázquez de manifiesto en estas obras tempranas su valía.
La rapidez de la aplicación del óleo en la zona de la barba contrasta con el exquisito dibujo del rostro, poniendo Velázquez de manifiesto en estas obras tempranas su valía.
<< Accueil