Pourquoi faut-il que le beau cache souvent tant de laideurs ?
La Fragua de Vulcano, Diego Rodríguez de Silva Velázquez, 1630.
En ocasiones, los dioses del Olimpo se burlaban del Hefesto a causa de cojera y su desagradable aspecto. Tullido y feo, era objeto de continua mofa. Tras su expulsión del Olimpo es recogido por las oceánides las cuales le cuidan durante nueve años instalándole la fragua, lugar de trabajo y creación de éste. Su legendaria morada nos la describirá, líricamente el gran poeta Virgilio:
“A un lado de Sicilia, entre ella y Lipara, está una isla célebre, encumbrada sobre altísimas peñas que humean; debajo de la cual una gran cueva y muchas otras, como aquellas de Etna, con los ciclópeos fuegos carcomidas, retruenan y retumban de continuo. Allí mil yunques, con valientes golpes heridos, suenan con terribles truenos que en torno se oyen claros de muy lejos. Rechinan por las cóncavas cavernas barras y masas de encendido hierro; salen de mil hornazas vivas llamas: ésta es la casa y fragua de Vulcano de él dicen “Vulcania” aquesta isla”.
La tradición popular, no obstante, asocia la mítica Fragua de Vulcano con el volcán Stromboli, muy activo y en continua erupción siempre. De su cráter salían tales llamas que un pedazo de hierro que se dejara por la noche en sus aledaños, aparecería por la mañana ya forjado. En las entrañas de la mítica montaña se trabajaba duro; no sólo se forjaba el hierro, sino que también, el nutrido grupo de operarios, los cíclopes, al mando de Hefesto/Vulcano, mantenía obsesiva actividad en torno a la construcción con materiales nobles de diversos objetos. Y, así, pronto cumplimentarán encargos que pasarán a la historia como verdaderas obras de arte. Recordemos por ello, el más hermoso de los escudos que imaginarse pueda. Fue fabricado por encargo de Afrodita/Venus para defensa y orgullo del héroe Eneas. Todo él era de oro y sus relieves hacían alusión a un idílico tiempo futuro que no pudo cumplirse nunca. Contra él nada podían flechas ni dardos enemigos:
“Aquesto todo contemplaba Eneas
maravillado en el insigne escudo,
don de su madre y obra de Vulcano,
y, aunque ignorante de lo que el entalle
daba a entender, tomaba extraño gusto
sólo mirando la pintura muda
y alzando al hombro el nombre y fama y Hados
de sus claros e ilustres descendientes.”
Otras de las obras que salieron de la mítica fragua de Vulcano, fue el radiante y ostentoso carro que conducía el hijo del titán Hiperión, es decir Helio- personificación del Sol, que tenia por hermanas a la Aurora y a Selene/la Luna-, el cual llevaba aparejados cuatro hermosos caballos que tiraban de él con fuerte brío, y cuyos nombres hacían alusión al fuego, a la radiante luz, al calor y a la claridad: “Ardiente”, “Resplandeciente”, “Brillante” y “Amanecer”.
“A un lado de Sicilia, entre ella y Lipara, está una isla célebre, encumbrada sobre altísimas peñas que humean; debajo de la cual una gran cueva y muchas otras, como aquellas de Etna, con los ciclópeos fuegos carcomidas, retruenan y retumban de continuo. Allí mil yunques, con valientes golpes heridos, suenan con terribles truenos que en torno se oyen claros de muy lejos. Rechinan por las cóncavas cavernas barras y masas de encendido hierro; salen de mil hornazas vivas llamas: ésta es la casa y fragua de Vulcano de él dicen “Vulcania” aquesta isla”.
La tradición popular, no obstante, asocia la mítica Fragua de Vulcano con el volcán Stromboli, muy activo y en continua erupción siempre. De su cráter salían tales llamas que un pedazo de hierro que se dejara por la noche en sus aledaños, aparecería por la mañana ya forjado. En las entrañas de la mítica montaña se trabajaba duro; no sólo se forjaba el hierro, sino que también, el nutrido grupo de operarios, los cíclopes, al mando de Hefesto/Vulcano, mantenía obsesiva actividad en torno a la construcción con materiales nobles de diversos objetos. Y, así, pronto cumplimentarán encargos que pasarán a la historia como verdaderas obras de arte. Recordemos por ello, el más hermoso de los escudos que imaginarse pueda. Fue fabricado por encargo de Afrodita/Venus para defensa y orgullo del héroe Eneas. Todo él era de oro y sus relieves hacían alusión a un idílico tiempo futuro que no pudo cumplirse nunca. Contra él nada podían flechas ni dardos enemigos:
“Aquesto todo contemplaba Eneas
maravillado en el insigne escudo,
don de su madre y obra de Vulcano,
y, aunque ignorante de lo que el entalle
daba a entender, tomaba extraño gusto
sólo mirando la pintura muda
y alzando al hombro el nombre y fama y Hados
de sus claros e ilustres descendientes.”
Otras de las obras que salieron de la mítica fragua de Vulcano, fue el radiante y ostentoso carro que conducía el hijo del titán Hiperión, es decir Helio- personificación del Sol, que tenia por hermanas a la Aurora y a Selene/la Luna-, el cual llevaba aparejados cuatro hermosos caballos que tiraban de él con fuerte brío, y cuyos nombres hacían alusión al fuego, a la radiante luz, al calor y a la claridad: “Ardiente”, “Resplandeciente”, “Brillante” y “Amanecer”.
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