26 novembre 2006

El silencio del envidioso está lleno de ruidos.


La Fiancée hésitante, Auguste Toulmouche, 1866.




Aristóteles menciona como ejemplos de caracteres "melancólicos" y, al mismo tiempo geniales, tanto a personajes de la mitología como de la historia griega. Entre los primeros están Hércules, Ayax y Belerofonte y entre los segundos, el político Lisandro, el médico y filósofo Empédocles, el mismísimo Platón y Sócrates.

En el caso de los personajes míticos y dadas sus acciones heroicas y el exceso de vitalidad que en ellas demuestran, es dable suponer que Aristóteles los llame "melancólicos" por estar poseídos por la "furia" (euforia o manía) "divina", lo que, según vimos, también formaba parte de la melancolía.

En el caso de los genios históricos, en cambio, es probable que haya observado en ellos períodos más bien depresivos o al menos de retraimiento. Es difícil imaginar a un Platón o a un Sócrates "fuera de sí" y poseídos por un estado de exaltación incontrolable. Pero lo más probable es que la asociación entre melancolía y genialidad se le haya ocurrido a Aristóteles a raíz del trágico caso de Empédocles de Agrigento.

Aquel hombre universal, discípulo de Parménides, que se destacó como filósofo, físico, médico, literato, político e incluso místico y predicador, admirado por sus contemporáneos como una especie de semidiós y quien después de haberse retirado un tiempo de la vida pública para refugiarse en las montañas, se lanzó al cráter del volcán Etna, transformándose éste en uno de los suicidios más famosos de la Antigüedad.

Tres siglos más tarde el escritor Luciano se refería a este suicidio como la consecuencia de una "profunda melancolía". Y en el siglo XVIII de nuestra era el gran poeta alemán, Friedrich Hölderlin, escribió tres tragedias basadas en la muerte de Empédocles.