20 mars 2006

Nunca se aparta de esta casa el coro de las Erinias, que en ella se ha embriagado de sangre humana

Francisco de Goya y Lucientes, El Coloso, 1808.


De la tragedia del Agamenon de Esquilo nos interesa destacar dos temas, en cierta manera complementarios, que darán forma a esa visión trágica de la vida que, como dice Lezky, aparece objetivada dentro de la tragedia. Nos referimos por un lado a la influencia de lo divino en la vida, principalmente el destino y por el otro a la cuestión del "linaje maldito" expresadas en las desgracias y calamidades heredadas a través de las sucesivas generaciones de una estirpe. De esta manera las acciones y las pasiones de cada individuo se remontan más allá de este, como una fatal proyección del pasado en el presente. En consecuencia, vemos como en la suerte de los personajes se confunden y conspiran, su propio destino y el de su linaje, para arrastrar al individuo al abismo de su existencia (hamartía).

Para G. Murray las tragedias de Esquilo provienen siempre de alguna Hybris, entendiéndola como el deseo soberbio que se manifiesta en la insolencia y el exceso de la voluntad humana. Pero ¿Qué implica pensar esta desmesura desde la concepción trágica del mundo sostenida por Esquilo?

Siguiendo a Cantarela, el problema religioso en Esquilo consiste en elevar el politeísmo arcaico a la concepción de un Dios omnipotente que es la representación de la justicia y, por lo tanto, norma de la vida moral. Este Dios soberano es Zeus quien conforme a sus designios y su sabiduría rige el destino de todos los hombres. Es principalmente a través de esta unión entre Zeus, la justicia (Diké), y el destino (Moiras) con lo que el poeta justifica su concepción del mundo en la cual los acontecimientos humanos aparecen indisolublemente ligados a lo divino. "La sabiduría humana consiste en someterse al poder divino, en reconocer sus propios límites". La transgresión, que es propia de la Hybris, destruye este orden tratando de imponer lo humano sobre lo divino y definiendo en esta oposición la posibilidad de una visión trágica de la vida.

El camino de lo divino a través del mundo se refleja en el accionar humano "obrando, cae el hombre en la culpa, toda culpa encuentra su expiación en el sufrimiento, pero el sufrimiento lleva al hombre a la comprensión, y la comprensión al conocimiento". El contraste entre la coacción del destino y el "libre albedrío" del ser humano encuentra su solución en la figura de Zeus que interviene para reestablecer el orden llevando al hombre a sus propios límites.
"A aquel dios que encamina a los mortales a la sabiduría y dispuso que en el dolor se hiciesen señores de la ciencia. Hasta en el sueño mismo el penoso recuerdo de nuestros males está destilando sobre el corazón y aún sin quererlo nos llega el pensar con cordura. Don del dios, que sentado en augusto trono rige con diestra vigorosa la nave de nuestros destinos."

Se destaca también que el destino de los personajes no se contempla de manera aislada y particular sino dentro de la suerte conjunta de sus predecesores, como la consecuencia natural de los sucesos ocurridos anteriormente. Esquilo retoma el mito de Agamenón cuya casa arrastra un pasado de crímenes e intrigas que está presente, de forma latente, en la conciencia de los personajes y que, a veces, se manifiesta explícitamente en la palabra de estos, lo cual determina lo que sucederá, la convicción de lo inevitable de las cosas. Esta idea se hace manifiesta a través de las palabras de Casandra en diálogo con el coro:
"Un coro hay que hace su habitación bajo este techo, y jamás le abandonará; tropa de hermanas, Erinnias, que a una voz cantan desapacible y temerosa canción de maldiciones. Cobran nuevos bríos bebiendo sangre humana, y permanecen en este palacio sin que haya quién sea poderoso a alejarlas de él. Fijas en esta casa como en su natural asiento, celebran con himno de muerte el primer crimen que engendró tantos crímenes, o lanzan airados gritos de execración contra el impío que violó el lecho de su hermano (...) jura antes que nada que yo conozco bien las antiguas maldades de este palacio"

La maldición del linaje de Agamenón recaerá también sobre éste (y sobre sus descendientes), para Murray, los crímenes en Esquilo son hereditarios en dos sentidos: "...es hereditario por sí mismo: el golpe brutal produce y siempre ha producido otro golpe contrario", es el crimen alentado por la antigua venganza personificada en las Erinias o Euménides, cuya función es la de castigar los delitos susceptibles de perturbar el orden social; persiguen al homicida porque el crimen cometido es, en cierto modo, un crimen cometido contra toda la sociedad, una mancha en el seno mismo de la comunidad que no se puede pasar por alto.
Pero el crimen, también es hereditario de forma consanguínea, se transmite de padre a hijo, son las mismas pasiones las que los condenan.

Esquilo retoma la versión de la leyenda en la cual Agamenón, para que los vientos no le sean contrarios en su partida hacia Troya, debe decidir entre la suerte de su ejercito y la vida de su hija. Calcas, el adivino, al observar como dos águilas devoraban a una liebre vio en estas aves a los dos Atridas y en su presa, a la ciudad de Príamo que con el tiempo sería tomada y saqueada por el ejercito aqueo.
Pero en este prodigio, Calcas vio también el enojo de Artemis, protectora de las fieras de los montes, que si bien no se oponía a que se cumpliese el prodigio exigía, a cambio, el sacrificio de Ifigenia. Esta leyenda es trágica en sí misma, y obliga a Agamenón a tener que decidir entre dos opciones que pueden tener consecuencias igualmente funestas.
"¡Desdicha fiera no obedecer, exclamó el augusto príncipe (...); pero fiera desdicha también inmolar a mi hija! (...), ¿Cuál de estos dos caminos estará libre de males? ¿Cómo ser yo desertor de la armada? ¿Cómo separarme de esta empresa? Pues que es justo que ellos deseen con ansia el sacrificio de esta sangre virginal, que ha de calmar los vientos..., ¡ojalá sea para bien!"
Esta decisión desencadena el acontecer trágico de la pieza, la transgresión de Agamenón proviene de su confianza y del conocimiento de las consecuencias que tendrán sus acciones, Calcas no solo advierte la necesidad del sacrificio, sino también la paciente espera de las Erinias que provocadas por la terrible libación moran en su hogar.

"El rencor esperará en vela dentro del hogar, envuelto en el manto de la astucia, y siempre acompañado del pensamiento de la venganza de una hija, y al fin un día se alzará otra vez terrible."
En el personaje de Clitemnestra toma forma el rostro de la venganza que castigará la desmesura de su marido. El sentido de este crimen se inscribe en la primera distinción que establece Murray: la sangre se paga con sangre, el crimen es cometido para desvirtuar un crimen anterior.
Pero en la muerte de Agamenón no se concreta sólo la venganza de Clitemnestra, su amante Egisto, que ha colaborado en la planificación del magnicidio, carga con el designio de su existencia que es castigar a la casa de los Atridas vengando a Tiestes, su padre.

De esta manera se manifiesta la segunda forma del crimen señalada por Murray, el crimen heredado de forma consanguínea: según la versión del mito, Tiestes se unió incestuosamente a su hija Pelopia porque el oráculo le había vaticinado que de esa relación nacería el hijo que vengaría el cruel engaño al que lo había sometido su hermano Atreo, padre de Agamenón, quien mediante un "artilugio" lo invitó a comer de su propia prole, restituyéndole su reino.